Así fue, hace 80 años, el hundimiento del torpedero "ARA Corrientes"

13 octubre 2021

En el accidente, que involucró el choque de tres buques de la Armada Argentina en proximidades de Mar del Plata, murieron 14 marinos.


Momentos finales del torpedero Corrientes, en aguas del Mar Argentino. Foto Histarmar.


Redacción Argenports.com

   El pasado domingo 3 se cumplieron 80 años del accidente que derivó en el hundimiento del torpedero/destructor "ARA Corrientes", mientras participaba de maniobras con la Flota de Mar, a unos 100 kilómetros al noreste de Mar del Plata.

   Se trató de un buque del tipo “Greyhound” modificado, botado en 1937 en astilleros ingleses junto a otros siete buques gemelos e incorporado al año siguiente a la Flota de Mar.

   El “T8 Corrientes” medía casi 100 metros de eslora, desplazaba 1.375 toneladas y su armamento principal estaba compuesto por cuatro cañones de 120 mm y ocho tubos lanzatorpedos de 533 mm.

ARA CORRIENTES

   A las 18 del día mencionado, y mientras realizaba ejercicios de combate durante una etapa de mar de la escuadra, a 54 millas al NE del Cabo Corrientes, en medio de la niebla, es embestido (abordado) por el crucero "Almirante Brown", a quien posteriormente colisiona el acorazado Moreno.

   En el accidente mueren 14 tripulantes del torpedero.

Relato en primera persona

   A continuación se transcriben los párrafos principales del testimonio brindado en 1998 por Juan Rayces, quien en ese momento era guardiamarina a bordo del Corrientes, a la revista Defensa y Seguridad Mercosur, el cual luego fue reproducido por Histarmar.

   “(…) Seguíamos en la conversación anterior, y el Jefe de Máquinas decía: ‘¡Pensar que siete millones y medio de pesos (era lo que había costado el buque en pesos moneda nacional, equivalente a 350.000 libras esterlinas) están en manos de un cabo…!’, cuando en ese momento sentimos un sacudón enorme que hizo vibrar todo; luego se detuvo, para reiniciarse una fracción de segundo después; luego, todo quedó en silencio. Un silencio sepulcral.

   “En la Cámara, todo se volcó: las mesas, el piano se desprendió del mamparo donde estaba atornillado, el aparato de radio que era un mueble se volcó, las sillas volaron. Eran exactamente las 16.26. Traté de ponerme de pie, ya que había quedado de barriga montado arriba del canto de una mesa tumbada.

Un cuadro imponente

   “Al incorporarme y haber zafado de mi incómoda situación, enfilé hacia la puerta para salir escalas arriba. Al hacerlo, casi instintivamente, traté de manotear mi gorra que había dejado colgada en un perchero situado en el cuadrado al que daba la Cámara. Al no encontrarla seguí en "cabeza" para salir a cubierta. Lo hice con el convencimiento de que algo tremendo había pasado, pero nunca supuse el cuadro imponente que se presentaría ante mis ojos.

CRUCERO ARA ALMIRANTE BROWN

Crucero pesado Almirante Brown, de 9000 toneladas a plena carga y 170 metros de eslora. Foto Histarmar.

   “Estando a la altura de los morteros ‘lanza bombas de profundidad’, miré hacia la proa; un crucero, que luego resultó ser el Almirante Brown, se había incrustado desde proa-babor hacia el centro y su proa había llegado hasta el puente de las ametralladoras antiaéreas (mitad de la eslora del buque); la chimenea de proa se volcaba hacia estribor, dejando escapar desde su base una turbonada de humo y hollín.

   “Todo esto se juntaba con el escape de vapor de las tuberías de vapor principales que habían sido cortadas. Además el "Brown" emitía estridentes toques intermitentes de sirena.

Tiempo extra de flotabilidad

 (…) Confieso que mi preocupación residía en que durante mi recorrida el buque diera una voltereta y quedara atrapado. Subí rápidamente y con el personal que estaba esperándome en la porta estanca, la cerramos lo más fuerte posible, igual que la bajada a la Cámara de Oficiales. Otro grupo se hizo cargo de la bajada a los camarotes de popa, cuya tapa estanca estaba en la toldilla. Esta maniobra permitió que la popa flotara más tiempo, dado que el aire contenido, presionado por el agua que se introducía por las tuberías cortadas en el centro, no pudiera escapar fácilmente y el sector de popa adquiriera más tiempo de flotabilidad. Todas las portas de la salida de la caseta de popa fueron apretadas al máximo.

(…) Se oían gritos de dolor, de angustia; me asomé al boquete que había hecho el "Brown", que quedó a estribor de su proa, pero en el costado de babor del "Corrientes", y vi allí abajo, aprisionado por debajo de la cintura, levantando los brazos, al marinero electricista Idilio Franchino. Molina pretendió descender pero no había dónde pisar y traté de disuadirlo. Entre él y el cabo Tula sacaron heridos, que se ubicaron como pudieron en cubierta.

“Quemado y cubierto de petróleo”

   “En esas circunstancias, alguien me llama; me doy vuelta, era el marinero Oliva que me tendió los brazos, llorando. Su aspecto era dantesco, estaba quemado y cubierto de petróleo. Lo cargué en mis espaldas como pude y así subí la escala del puente de ametralladoras, pasando a un metro escaso de la proa del crucero que "serruchaba", impulsado por un moderado oleaje. El puente de ametralladoras quedaba un metro más bajo del nivel de la cubierta de la proa del "Brown". Llamé la atención hacia dicho buque y alguien me tiró una driza, que pasé debajo de los brazos del herido y así lo izaron.

   “Para no pasar nuevamente cerca de la roda del "Brown", que acusaba ese acompasado movimiento de sube y baja, salté por el otro lado, directamente a cubierta; en ese momento veo que sacan un cuerpo completamente cubierto de petróleo. Era el suboficial maquinista Horacio L. González Dorrego, que "pide que no lo abandonen"; había estado de guardia en la caldera N° 1 y había salido en las condiciones mencionadas por la caldera N° 2, debido a la destrucción del mamparo divisorio entre ambas. Lo cargué sobre mis espaldas y volví a repetir la operación efectuada con el marinero Oliva. En esta oportunidad, comprobé que Santucci estaba en la proa del "Brown" y él lo recibe. El suboficial González Dorrego falleció posteriormente.

   “Salté nuevamente a cubierta como en el caso anterior y encontré tirado en cubierta, agonizante, al cabo 2do. maquinista Federico García. Me acordé que en esas circunstancias extremas es válido dar la "absolución" a un moribundo. Puse mi mano derecha sobre su cabeza y le dije en voz queda: "Dios te perdone de todos tus pecados".

El espolón que destruyó todo

   “El Brown en su arremetida había destruido todo lo que estaba en el castillo de proa, sobre y debajo de la cubierta, que era donde se hallaban los alojamientos de los suboficiales y cabos y el sollado de la tripulación. Al introducirse la proa del crucero con su enorme bulbo o espolón fue destruyendo al Corrientes, deformando la camareta de suboficiales, que en ese momento se hallaban tomando el té, y los camarotes de suboficiales.

   “En uno de ellos, el único que poseía dos cuchetas (el otro era de seis), se encontraban un suboficial principal que era el más antiguo del buque (cuyo apellido no puedo recordar), que notó que el piso se iba "subiendo" y el espacio con el techo se iba reduciendo, lo que lo obligó a agacharse primero, luego a sentarse, para finalmente quedarse horizontal, acostado boca arriba, prácticamente aprisionado entre ambas superficies.

   “Las corridas del personal que transitaba sobre la cubierta de un lado a otro, flexionaban la chapa, que a cada pisada efectuaba una presión "sobre la nariz" del suboficial, que como maniatado no tenía noción de cómo evadirse de la emergencia que le tocaba vivir. Acertó a pasar y percatarse de la circunstancia el marinero señalero de 2da. Pongibove que, -ignoro con que artes- consiguió sacarlo, librándolo de tan crítica situación. (El marinero Pongibove fue posteriormente ascendido como mérito a su acción).

El "Moreno" embiste

(…) En estas circunstancias, desde el fondo de la niebla, por nuestro través de babor, hizo su aparición, como un monstruo, el acorazado "Moreno". Inicialmente no me di cuenta de lo que estaba sucediendo y supuse que el "Moreno", en conocimiento del siniestro, acudía en nuestra ayuda.

acorazado moreno

El acorazado ARA Rivadavia medía 181 metros de eslora y desplazaba 31 mil toneladas. Foto Armada Argentina.

   La realidad –esto lo supimos después- fue que el Comandante del "Moreno", que era la "nave almirante", no tenía idea de lo ocurrido, dado que en dicho buque las comunicaciones dependían del Comandante en Jefe y las señales eran enviadas al Puente del Almirante directamente; éste después las derivaba al Puente de Comando del buque por teléfono, bocina o tubo neumático. De esta manera, la señal de "emergencia" lanzada por el "Brown" luego del choque quedó bloqueada inexplicablemente en el Estado Mayor de la Escuadra, en tanto, el Comandante del buque "Moreno", Capitán Pantin seguía navegando a 10 nudos, ajeno e ignorante del siniestro que había ocurrido, exactamente en la derrota que estaba siguiendo.

“Todo a babor”

   “El Comandante del "Moreno" ordenó "todo timón a babor", pero eso sólo impidió que el impacto se produjera un poco más a la izquierda. El "Moreno" tomó al "Brown" en la mitad de la toldilla, un poco más a popa de la boca de los cañones de la Torre III, y por muy poca distancia no hizo impacto en la santabárbara de la citada torre. Esta colisión hizo pivotear al "Brown", haciendo que su proa incrustada en el "Corrientes", se desprendiera, pero "de costado", con lo que terminó de destruir todo lo que quedaba entre el surco que había hecho ingresar y el costado de babor proa del torpedero.

   “El primer impacto inicial del "Moreno" había destruido todo desde la proa hasta la caldera N° 2 y además quebrado la quilla, de modo que dicha caldera, por un lado, y la máquina de proa, por el otro, hacían de respectivo contrapeso a los extremos de la quilla partida; al retirarse el espolón del crucero, no actuó más de sostén y en ese instante dio la sensación de que el "Corrientes" se hundía irremisiblemente. El impacto del "Moreno" sobre el "Brown" hizo que éste se desprendiera del "Corrientes" y atracados virtualmente invertidos –"proa con popa" y "popa con proa"- ambos buques fueron derivando lentamente y se fueron perdiendo en la niebla.

Escena dantesca

   El aspecto de la embarcación era dantesco; los náufragos presentábamos un aspecto deplorable y deprimente. Al acercarnos al costado del "Rivadavia", la tripulación ubicada en la cubierta superior nos observaba en absoluto silencio, evidentemente compungidos e impresionados.

   “Yo fui alojado en el camarote con el Guardiamarina Silvio Cassinelli. Después de acostarme, me dormí; pero periódicamente me despertaba sobresaltado, soñando o sintiendo que "descendía bruscamente". Así pasé la noche hasta las cinco o seis de la mañana. Evidentemente, no podía dormir más. Salté de la cama, me vestí y salí a cubierta. Ya había luz de día y alcanzamos a ver –éramos varios observando- la proa del "Corrientes" invertida con la quilla arriba, sólo dejaba ver un triángulo isósceles, que era mantenido en esa posición por el aire que contenía y le confería cierta flotabilidad positiva. Cuando al mes siguiente la Escuadra de Mar pasó por el lugar rindiendo honores y arrojando una corona de flores, el buque ya se había hundido totalmente”.